En la antesala de la tercera Marcha Federal Universitaria, Cristina Fernández de Kirchner se asomó al balcón de su departamento en Constitución para saludar a cientos de estudiantes que se acercaron hasta San José 1111. La escena se dio en el marco de una serie de protestas que desde el inicio de la semana agitan la agenda universitaria frente al veto presidencial a la ley aprobada en el Congreso.

No hay cárcel ni domicilio que pueda clausurar el lazo entre la conducción y la militancia. El canto estudiantil que llenó Constitución fue la respuesta de una generación que sabe que la universidad pública no se negocia. Lo saben en carne propia, porque Milei les niega presupuesto, les veta la ley y les quiere arrebatar el futuro.

Los pibes vienen de clases públicas, de tomas, de amanecidas en las facultades. Y ahora van por el Congreso, no para mendigar nada sino para imponer la fuerza organizada de miles que entienden que sin educación no hay patria posible. La universidad se defiende en la calle, como se defendió la industria, el trabajo y la soberanía.

Cristina levantó la mano y los estudiantes respondieron con un grito de amor y de lucha. Esa postal vale más que mil editoriales: ahí se abrazan la memoria y el porvenir, la conducción y el movimiento, la política y la juventud que no se resigna. Porque lo que está en juego no es un presupuesto: es la Argentina misma, y el pueblo lo sabe.